domingo, 22 de octubre de 2017

Llegó el infierno a Galicia y a Portugal en una desgracia que continua

A deslumbrado el fuego todas las emociones negativas que los  seres vivos llevamos en el alma. ¡Cuánto dolor sobre los árboles muertos! ¡Cuánto alarido en esos indefensos animales! Todo fue un haz de lumbre viva hambrienta de destrucción por el sendero que conduce al exterminio de la vida.  Ha bastado prender una cerilla de odio para qué empuje a la inmoral conducta asesina de que la lumbre sea una maldita llama que lamio, huesos de hombres y animales y hasta ha llegado, a roer las  raíces del matorral  que nadie veía e ignoraba. Hemos vuelto a demostrar nuestra pobreza basada en el fracaso de  destruir todo el encanto de ser civilizados. Y  hasta hemos perdido una miejita de la hermandad compartida con el hermano árbol que jamás nos ha hecho daño.

Nosotros, los osados que cambiamos el paisaje a nuestra conveniencia mermando el don de la naturaleza, si queréis, no divino, para los que presumen de saberlo todo y desprecian aquello que ignoran, y se atreven a dar lecciones de necia sabiduría.  Nosotros, los que extendemos sin razón la miseria de guerras y hambrunas desequilibrando la armonía de la tierra: de esta parte habitada que no nos pertenece, y de la que sin ella nada somos.  Vamos desde épocas extintas, destruyendo al pájaro que trina y al buey que nos da carne y piel para andar por esos montes degradados, únicamente para demostrar que podemos cambiar a nuestro antojo la vida por la muerte a cambio de poder y de dinero.
Buscamos en nidos de placeres esa felicidad tan deseada en esta sociedad endémica de fatuos fuegos artificiales y, cuando algo no nos cuadra prendemos fuego  a lo sagrado; a veces con palabra provocadoras y soeces para imponer una ley sin ley, y también, algunos líderes para manipular la voluntad de los esclavos porque los necesitan para alcanzar poder y relevancia.
“todo es turbia señal de lo intocado;
viento, sol: único transito
sobre lo prohibido”               
Así lo asegura Francisco Caro, en estos versos de su libro, “Paisaje (en tercera persona)” Y es cierto lo que escribe el poeta en este libro, que pocos lectores atesora, a pesar de ser Francisco Caro, un poeta admirado y con muchos seguidores, que en su poesía reconocen que expresa bien lo que su emoción hila y da forma poética en los libros.
Se ha quemado Galicia y Portugal con ella borrando el fuego la existencia de inocentes hombres y mujeres, y de pronto el olvido ha empezado a caminar de nuevo entre nosotros porque bastante tiene cada cual con lo suyo. Y tenemos que ser realistas y también procurar ser objetivos, ver como sucedió esa hoguera gigante sin prejuicio, sin olvidar razonar sin antojeras de que esa porción de tierra queda lejos, porque de hacerlo así, olvidamos que todos somos habitantes de trozo de tierra que nos acoge, acuna y nos da lecho para vivir hasta morir y descansar en ella: y esto es universal a pesar de als distancias de leguas y kilómetros.
Lo escribió el poeta con premonición de tiempo distendido en el agujero negro del espacio que sólo él, siente en su emoción más verdadera


“Después que la vigilia
del fuego terminase,
contempla el hombre
la  dehesa y su cuerpo,
las heladas preguntas…”
No hay respuesta para la voz escrita de Francisco Caro que hoy hago, no sólo mía; es la voz de todos los bien nacidos cuando prosigue  clamando.
“Perdido todo
-cuando es más vero el día-
la voz, la casa,
su desván y el amor, los escorpiones
dulces, las dos maneras
de beber y llorar y hacerse árbol”.

Y cuando el fuego se apagó todo quedo negro y silenciado. Incluso en el olvido cuando la televisión dejó de emitiré las imágenes calcinadas de los montes; las tumbas de los que murieron abrasados, los despojos de mamíferos, insectos y aves que sucumbieron y, tantos otros que huyeron y se han quedado sin refugio ni comida. Y la insensatez de conductas erróneas para las que no hay disculpas.
Y  junto al miedo y la impotencia de la ruina ocasionada por el fuego el testimonio de la palabra escrita de ese poeta que grita. Es su grito, el grito de todos los que gimen ante la incertidumbre del hoy.
“desde el umbral
saqueado y sin ruidos del refugio,
contempla el hombre
el lecho, la hendidura, sus dos brazos
siente que sólo
le queda  como herencia la piedad
y que se ahoga”
La verdad es que ya hemos empezado a olvidar el fuego destructor y su visión de infierno que sin temor alguno nos mostraron móviles y pantallas de todas las pulgadas. Buscar la causa y prevenir incendios es prioritario, tan prioritario como educar al pueblo a cuidar de lo que  es un legado de vida y permanencia. Creo que los barbaros se han instalado entre nosotros, o que nosotros somos esos barbaros  crueles, feroces, toscos sin educación ni sensibilidad por lo que emana vida a su alrededor y que no le pertenece… Si al menos se leyera a los poetas comulgaríamos con las palabras de Francisco Caro, y con la de  tantos otros que gritan clamando estar abiertos a la belleza de un entorno hecho para la vida, y jamás para la muerte.  


                                                                           Natividad Cepeda 



martes, 10 de octubre de 2017

yo sigo siendo España

Allá, a lo lejos el mar mediterráneo. El mar con su música antigua de sollozos perdidos. El mar con cipreses hundidos  entre muchos idiomas. El mar con olas infinitas rotas y desgajadas por tantas soledades después de las batallas.  Se queja el mar y llama con su voz repetida a no jugar de nuevo con las vidas humanas.  Ay, mar Mediterráneo, madre de tantas vidas. Sepultura de razas que navegan  a ciegas. Ay, mar de Barcelona  soberbio en tus orillas, el que clama cordura y no es escuchado. Todo pasa y tú quedas lamiendo con tu lengua las playas que pisamos. Me pregunto ¿quién tiene la certeza de ser los elegidos para armar esas guerras de palabras obscenas? No quiero plañideras  que agiten sus querellas en favor de los clavan el odio en los demás. No quiero los que engañan prometiendo quimeras y acusan solo a unos y tapan las maldades de sistemas arto conocidos y extintos porque no dan ni fortuna ni paz. No, no quiero volver a señalar que la lengua es la causa de mantener poder por encima de la realidad colindante.  Yo solo soy distancia como un grano de arena que sucumbe en la playa pero que va y viene mecido por las olas. Eso somos nosotros, los vanidosos hombres  y mujeres que se erigen en ser libertadores; arena de la vida que pasa y se olvida.
Nací bajo la paz de mi casa y familia. Me dieron el legado de amar a los humanos y a nadie se les cerró la puerta por tener ideas diferentes. También me dieron el amor a esta tierra que nombramos con el nombre de España, y en ella me dijeron y mostraron, que cabíamos todos.  Y cuando solo era un proyecto de mujer cogida de la mano de mi padre vi el mar Mediterráneo y lo amé. Escuché hablar en valenciano y catalán y conviví con ellos jornadas compartidas de amistad y nadie me negó por nacer en Castilla. No hallé en sus moradas ni en sus físicos nada que no me fuera conocido, amaba como ellos, comía y reía respirando el aire que calentaba el sol: el mismo sol que cubre los cielos de la tierra, los pueblos de esta España que siempre se  desangra en pos de naderías y luego los poderosos y ambiciosos cuando se tuerce el carro se marchan y quedamos los que amamos cada rincón hermoso donde vivir en paz.
He visto otras banderas y pendones de antaño, cuando los reinos eran hervideros de horrores y también en Castilla podríamos armar esa marimorena de exigir lo que en tantas ocasiones no han robado y quitado, lo que nos siguen quitando en aras de otras tierras y callamos y pagamos impuestos y dejamos el alma en el terruño sin odiar a los otros porque todos somos hijos de esta España reseca y sedienta donde se acoge a otros mientras ignoramos  en muchas ocasiones a los nuestros.
Me duele la mentira. Me duele la tragedia de perder la energía de los separatistas, egocéntricos nulos en busca de la gresca. Me duele tanta estupidez en nombre de colgar una bandera con los mismos colores que la bandera nuestra. Franjas rojas como la sangre con las otras amarillas de sol. Un símbolo debe unir y no señalar el infierno cuando ya hemos conocido que solo la justicia es la que vale cuando todo se pudre en aras de los pueblos.  Hoy miramos Cataluña como esa loca desvariada que tira por la calle de en medio sin mirar  lo que pierde y nos sentimos engañados por que a esa Cataluña la mimaron dándole lo que a otras regiones le negaron. Regiones, provincias, pueblos al fin y al cabo de esta tierra bendita donde  hemos nacido. Y todavía dicen que el mar no sabe a llanto.  ¿Acaso no son las lágrimas saladas cuando todos lloramos?  Dice un refrán qué, ni pidas a quien sirvió ni pidas  a quien pidió. Cataluña ha pedido y siempre logro su dadiva. Y, lo que no se suda jamás es valorado.  
Dios nos valga para ese futuro que no tenemos claro. Yo sigo siendo España sin complejos ni culpas porque nadie me ha dado nada.  



Natividad Cepeda