jueves, 14 de febrero de 2013

PLEGARIA DE LA AUSENCIA


     
 
                                                                                  "Adéntrate si quieres
                                                                                     hasta lo más profundo de mi casa"
                                                                                                                                  V. Arteaga.                            


Digo amor:
                 y digo flotación de los sentidos
de turbador desgarro
y belleza infinita que me envuelve.
Existo porque  me veo reflejada en tu mirada
y amarte es la revelación de lo sagrado
en el silencio de la noche.
Lo urgente es sentirte, y sentirme,
ser melodía en las laderas de tus labios
y terrón de azúcar en el lagar de tu mosto.
Bajo tu arquitectura soy una cruz del sur
que jamás retrocede y a quien nadie derrota.
Por ti soy un río que busca el horizonte
alrededor de tus montañas,
explosión de luz que ilumina los templos olvidados.

Soy  patrimonio
                             de la alborada incendiando la cresta
de los cielos por donde nacen las horas.
Y caben en nosotros el aliento del alba
y el otero por donde muere el sol.
Emigro desnuda y en silencio
para sentir  tu aroma   deslizarse suave por mis senos.
Eres roce presentido
de encuentro sobre la hoguera de la tarde.
Porque tus labios son mis parras,
mi vino fermentado  por donde se despereza
la belleza del encuentro en vendimia.
Eres mi paisaje
y la tierra labrada que aguarda la simiente
sobre el aliento místico que ora esperando el sol.
Eres el rumor de la tarde que recoge el vuelo de la noche.

Digo ausencia:
                         y escribo esta mañana gris
 mientras veo refugiarse a los gorriones
en los huecos de las tejas.
 Me disperso con ellos y cruzo con mi rumor
de pisadas y mi silencio de tristeza
entre el ropaje de tu imagen.

Digo tiempo:
                     y toda mi realidad se  altera. 
Gira mi corazón con todas sus cicatrices
empapadas de muchedumbre
y me asombra escribir de nosotros a la orilla
de las horas perdidas en el remoto espacio del olvido.

Digo silencio:
                        y mis labios esconden entre ellos
las huellas de tus besos. Guardan su inquietud
y su sed mientras se adormece el frío
en la dulzura tibia de tu pecho.

Digo espera:
                     y al cabo de mucho esperar
se me rompen las horas por el acantilado
de los meses. Y no vuelves.
Debiera guardar en el recuerdo las alas del corazón
plegadas y dejar de ser azul y confiada.
Debiera ser tan sólo espiga que espera al segador
y no amapola mecida por el viento en la soledad de los campos.

Digo noche:
                    y se me escapa furtiva la luna
detrás de un burdel de carretera.
Las ventanas se cierran y nadie ve
a los traficantes de la noche comerciar con la vida.

Digo soledad:
                     y tiemblo porque la noche acoge en su envoltura
la paz y la discordia. Acoge al amor
y también el olvido, la traición y la infamia.
Y hasta mi amor se extravía en el desván  de la incertidumbre.

Digo sueño:
                     y un ángel vela el sueño de los niños.
Y busco los hijos que no hemos tenido
y me asomo a mi vientre de mujer y lo veo vacío,
y aturdida suben por mis pupilas los niños nacidos del amor,
y aquellos otros que no importan a nadie.
Niños caídos en desgracia,
prostituidos en las calles con la mirada oscura.
Niños sin ángeles custodios
que militan en los grupos armados.
Niños sin amor,
despedazados por buitres sin alas.
Niños sin estrella,
sin gritos, sin risa y sin futuro.

Digo invocación:
                            y todo cabe en la matriz 
donde se funde la vida.
Sin proponérmelo me conmueve el gozo y el dolor
de esos puntos cardinales del mundo.
Tan distantes.
Y entonces llegas tú desde los soportales de la melancolía
con tu transparencia de viajero en el lagar oscuro de mi sangre.
Llegas y me habitas de conciencia cósmica el santuario de mi piel.
La noche me embriaga con un aria
y escapo de morir porque vuelvo a soñarte.


Y te llamo para poder albergarme en tus ojos.
Y te espera ésta mujer que una vez habitaste
en esta casa que es un nido vacío

Digo tu nombre:
                           junto al rescoldo que me dejó tu ausencia,
fiel a mí misma, sin dispersión, y como ave fénix
 resurjo de mis cenizas porque todavía sigo creyendo en ti.
Creer, como el almendro espera florecer en febrero.
Creer en las horas gastadas.
Creer, porque no hay demasiada vida
 ni demasiada muerte  para dejar de amar.
Y te siento en mi piel,
bancarrota de imágenes.
También en las adelfas de la ciudad
mojadas por la lluvia
salpicadas de sueños
que vagan por los patios sin recato.
Amor, arrebato de vida, eres mi punto de partida,
mis males sin remedio,
ese territorio que no tiene fronteras...,
pero a pesar de todo, quiero que seas mi elegía cuando te diga adiós.



                                                                                                       Natividad Cepeda




Poema Finalista IV Certamen de Poesía “Noches del Baratillo” Sevilla


Fotogafías.   Ángel Bernao Berruguete 



jueves, 7 de febrero de 2013

Son muchos los que han partido en busca de fortuna


               

La muerte de la esperanza es el signo inequívoco de que el barco de la vida se nos hunde en el cenagal de la avaricia.
Navegamos en un río de fango bebiéndonos a sorbos un turno de calamidades que nos cubren la espalda.
Vamos lisiados intentando zurcir las derrotas, que dicen que son nuestras.
La tristeza del pueblo  cubre de ceniza la memoria.
Esa memoria que evitamos para no maldecir a los que nos han abocado donde estamos. En la garganta, reseca y llagada, no queda grito alguno, porque llevamos clavado el adiós con el que hemos despedido a nuestros hijos por todo el  desamparo  con el que parten y los despedimos. Y todavía se acusan los unos y los otros intentando así, ocultar sus propias culpas.

El viento del invierno empuja los días con su frío mientras se agolpan alrededor de los contenedores de tiendas y supermercados personas  ávidas por encontrar entre los desperdicios algo para paliar el hambre que muerde sus estómagos.
Es hambre sin maquillaje ni secuencia de película el que empuja a los hombres y mujeres españoles y extranjeros a esperar pacientemente a que se cierren las puertas y se bajen los cierres y con las luces apagadas rebuscar la fruta macada que se tira, el bollo duro y los recortes de la carne… Nos ha  desbordado la pobreza mientras los señores del ladrillo sacan el dinero a otros paraísos  donde el IVA no exista y donde la hacienda pública no los persiga.


No hemos tocado techo: no. Estamos sin techo y sin cobijo, viendo cómo se van los hijos en busca de trabajo, esa escasa fortuna que en España se les niega. Y por eso tenemos el sueño en desbandada cuando llega la noche porque tenemos muchos hijos muy lejos de nosotros.
Lejos y desamparados, llegando a Inglaterra, Alemania,  Francia… sin contrato de trabajo en busca de un sueldo escaso en euros, y además ni siquiera pueden ejercer lo que han estudiado.
Me aturde imaginar a nuestros hijos aislados y en franca desilusión en medio de la vida. Y me sobran por eso los modelos con los que se visten y muestran las princesas cónyuges, las actrices y actores que cuando les conviene se las dan de progres y víctimas jaleando a los pobres vocingleros de la calle.


Me sobran las mansiones palaciegas de nuestros gobernantes adquiridas con la estafa en sociedades secretas dando a los testaferros carta  blanca para anular al ciudadano honrado. Y si Dios nos ha de juzgar a todos en la otra vida, le ruego y le suplico, que nos juzgue en esta, empezando por los contratos manipulados en ayuntamientos y consejerías, direcciones y cargos públicos, fundaciones y similares…

Y si todavía queda alguna ley en pie, y no en medio de la ruina moral, que se demuestre eficaz  no sólo con palabras de humo y con trampas legales, por donde se escabullen los pillos, los malversadores de cualquier partido político y empresa apoyada en sucios negocios al amparo de esos sepulcros blanqueados, unos en nombre de Dios al que venden como Judas, y otros en nombre del honor del que carecen. Porque son muchos los que han partido por su culpa; culpa de los partidos mayores en votos y poder electoral, y esos otros, menores en escaños, que hacen pactos y coaliciones callando lo que ven a cambio de medrar a su sombra.

Elegía de amor por lo hijos ausentes, por la muerte de la esperanza en el futuro, cuando a nuestro alrededor se tiran los trastos a la cara los políticos pero sin soltar ninguno de ellos la presa codiciada. Somos demasiados los que hoy  no creemos en nada de lo que juran y prometen.

                                                                                                       Natividad Cepeda






Are digital: N. Cepeda